martes, 25 de septiembre de 2012

Los amos de la noche


Era una de esas calles solas, oscura, donde el silencio penetraba en los oídos, si quisiera gritar nadie podría escucharme, no sé si eso sea una oportunidad, o una trampa. Caminaba derecho, pero viendo de reojo a los costados, y por las ventanas de los locales intentaba alcanzar imágenes detrás de mí. Ningún sonido; veía al cielo, ningún ave; volteaba a la calle, ningún carro; atravesaba casas y todo era apacible, ningún rostro se asomaba. Se habían apoderado de la noche!, ya casi nadie la usaba. 

Yo soñaba con conocer la noche, más nada podía hacer, me quedaba horas viendo desde la ventana, buscaba la luna y la posibilidad de algo brillando en el cielo, era todo, me pasaba ratos tratando de imaginar cómo sería, qué cosas se entenderían debajo de las estrellas, en qué rituales se envolverían los animales cuando el sol se ocultaba.., en fin, deseaba tanto conocer la noche que me guardaba todo lo que podía en la memoria y me acostaba con la voluntad de soñarme a oscuras, para entender al menos un poco, esbozar algunas cosas donde el lugar era totalmente desconocido para mi. 

Ellos se habían apoderado de la noche, eran ellos, los autómatas de cristal, ellos la entendieron y ahora habitan en ella, sus mejores crímenes, sus mejores planes, y tal vez hasta sus derrotas, los habían concretado en la oscuridad, yo ya no podía salir al mismo tiempo que ellos, creo que nadie podía, los que lo hacían era por ignorancia, porque no se sabían víctimas, pichones, y cómo no serlo, salían a lo desconocido. Las cosas no son las mismas cuando anochece, todos esperan que sea del conocimiento general a lo que están expuestos. Los mismos guardianes de la ciudad limpiaban las calles justo a las 10 de la noche, todos debían regresar al hogar para esas horas, y los que se resistían debían saber entonces que quedarían a merced de los autómatas. 

Yo no sé qué pasa por las noches, que cuando cae el sol la gente debe protegerse en sus viviendas, pero y los que no tienen a donde regresar?, esos también se vuelven de cristal. Porque suponen como todo el mundo que lo importante es la supervivencia, pues la vivencia a secas no les está ocurriendo. 

Quisiera hacer de todo, bailar en la calle, cantar, arrojar la pelota, ir a la escuela, pasear, jugar a la roña, a la traes, a la traes china…, mientras todos los automóviles se apagan podría pasar y pasar por todas partes, y sentir cómo se vive con la ausencia de luz natural, qué le da a la mente para pensar, qué se siente que el viento roce a la par del silencio, y qué animales, artefactos o insectos lo rompen.

Me encantaría poner atención, afilar el oído y la vista, saber qué sucede, y no asumir que los autómatas andan fuera sabiendo más que yo de lo que ocurre cuando sólo la luna es testigo. Dicen que la noche se presta para… y a mí nunca me la han prestado, siempre son ellos los dueños, esos malditos autómatas, sí, los maldigo cuando debo olvidar al cielo y donde piso, y  presto atención a la calle porque temo que roben mi auto, el poco efectivo en la billetera, entren a mi casa, o busquen la destrucción de mi identidad, los odio porque es tan fácil ser uno de ellos…, vivo en un lugar que orilla a la metamorfosis. Vivo cuidando no ser uno más de ellos, tal vez también alguna vez se preguntaron qué era la noche, o cómo se sentía vivir en ella, y tuvieron su respuesta. Fueron víctimas y no están dispuestos a serlo dos veces, quién lo estaría?, la calle es difícil y sobretodo si es el único refugio oscuro al cual acudir. Yo trato de cuidarme de día, y cuando se hace tarde, duermo, porque descanso en la idea de que hay paredes mágicas que me resguardan, no pienso en sismos, ni terremotos, ni tsunamis, sólo pienso en ellos, en los seres de vidrio. En los que no tienen donde estar, y se acostumbran a la oscuridad, porque tienen que. 

He pensado prepararme físicamente: golpear, patear, acuchillar, disparar, matar, y por tanto se me ocurren otras dos cosas, me parezco mucho a los autómatas,  y además, tanto ellos como yo, giramos las cabezas a la supervivencia. Sólo queremos vivir y eso es todo, ellos aprendieron a buscar en la oscuridad, lo que la luz no les permitió obtener. Digamos que todos preferimos la luz pero si se nos niega, buscaremos acomodarnos como sombras, claro si el fin primero y último es respirar. Quien sale de noche y sin protección, o bien es un desinformado, o está listo para morir. Alguien así sabe que la muerte no es cara, alcanza a cualquier presupuesto, y nunca perdona la deuda. 

Tal vez aislando a los autómatas, se les expuso a algún tipo de experiencia más completa en cuanto a entender el mundo se refiere, nosotros sólo conocemos la mitad, cuando todo está ahí para la vista, cuando lo único que se puede ocultar son los pequeños detalles, y eso se arregla siendo un observador paciente; por las noches qué es a lo que hay que prestar atención?, qué habrá en los parques?, bien podría haber una reunión de alienígenas, o de perros, o de recién nacidos, o de flores, o de autómatas, cuando todo calla y oscurece, cómo lo sabría si no es convirtiéndome en uno de ellos, conociendo sus lugares de reunión, sus bromas, cómo pasan el tiempo, dónde esperan al día?. Puedo morir en cualquier momento, porque la muerte me persigue y ellos me cazan, y yo desconozco lo que harán y desconozco donde habitan, aunque yo habite también aquí, porque donde yo veo descanso, ellos ven oportunidad. Qué les dará ese poder?, haberse apoderado de la noche por voluntad o por su capacidad de adaptación?. Que en cierta forma viene a ser lo mismo si es que la máxima voluntad es vivir. Y me da esa impresión porque aún pienso en defenderme, hago castillos de maldad porque aún tengo el ímpetu de luchar por mi vida, y sé que ellos también luchan.

Tengo claro que puedo ser uno de ellos, o tal vez lo seré algún día, porque todo y todos empujan para tener un rinconcito donde se respire seguridad y protección, donde una confianza impida sufrir la mutación al vidrio. El mundo es mucho más breve para aquellos a los que la luz sólo les permite conocer una fracción.