Le pegaré tan fuerte a la Tierra que nuestras propias mentes tendrán desastres naturales. Enterraré, clavaré los ojos a la llama, obligaré al fuego a reventar en gigantes burbujas el Todo. Estrellaré en tierra cada rostro que se jura claro; volaré en pedazos toda superficie de esperanza; atraeré, invocaré la destrucción que todos intentan ocultarse día con día.
Seré yo, quien pronuncie el juicio final que merma a toda creatura, fungiré como el demonio que ofrece el último aliento de maldad; irrigaré toda supuesta alma con sed de venganza y no de vida, pues las deudas son distintas. Con la venganza uno es amo y señor del tiempo, en cambio la vida, te vuelve un mediocre precursor de alabanzas para un nadie escucha. La sed de vida sólo puede volverte impersonal.
Aferrado a olvidar como animal todo ser que engullí, recordaré que fueron varios hermanos lo que comí, y los labios no se relamerán culposos.
Exijo destrucción, me elijo a mi.
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